Nada más poner un pie en Cuzco y delante del que será el primer pisco de muchos en tu viaje a Perú, decides que a Machu Picchu te gustaría llegar por tu propio pie. Posibilidades para hacerlo hay unas cuantas. Agencias, chopecientas. Algunas opciones combinan tramos caminando con desplazamientos en vehículo, otras incluyen actividades deportivas. Algo de kayak por aquí, algo de bicicleta por allá… También está el mítico Camino Inca, pero para hacerlo hace falta gestionar un permiso con antelación y, según se rumorea por la ciudad, hace tiempo que los permisos tienen nombre y apellidos. Todos ellos diferentes al tuyo. Mientras te reprochas una vez más que este tipo de cosas sí que hay que mirarlas con algo más de previsión, aparece encima de la mesa el que llaman “Salkantay Trek”. Esta ruta hacia el Macchu Picchu es una de las opciones menos demandadas por tener la fama de ser la más exigente, pues requiere de 5 días de viaje (con sus cuatro correspondientes noches vaya usted a saber dónde).
Planifica el Salkantay Trek día a día
Un total de 64 km repartidos en 4 días de travesía y un quinto para recorrer la ciudad inca, subiendo en algunos puntos, por encima de los 4.600 metros. Pero todavía quedan algunos detalles a tener en cuenta. Para el día a día llevarás una mochila con lo mínimo. El resto de la ropa y enseres de aseo no podrán superar los 2 kg (pesado con balanza) y será porteado por las personas responsables de montar y desmontar los campamentos del equipo con ayuda de animales. Las noches se hacen en tienda de campaña y las duchas hay días que están y otros que no. Es entonces cuando piensas: es el momento de hacerlo. Si no es hoy, ¿cuándo? Un lugar de encuentro, una hora fijada, un recibo con el pago, un seguro deportivo, un teléfono… ya no hay marcha atrás. Machu Picchu, ¡allá vamos!
Día 1, 12 km. Aclimatación, ajuste de ritmos y primeras sorpresas.
En el grupo del viaje empieza a diferenciarse el ritmo de cada uno. Con ello, las primeras sorpresas. El chico bajito y tímido con el que no has cruzado más de dos palabras sube sin problemas. Una pareja de profesores de snow en buen estado físico se quedan atrás. Aquel otro que lleva varios meses de viaje sufre mal de altura y a una danesa con unos kilos de más no hay quien le siga el ritmo. En una travesía de varios días como esta se hace más que evidente: no es el estado físico de tus piernas el que te mantiene 4 días caminando, es la voluntad (y la aclimatación a la altura). Valles y lagos son el paisaje que se atraviesa este primer día para terminar acampando en Soraypampa. Lejos de la contaminación lumínica de la ciudad y más cerca que nunca del universo. La tienda de campaña se transforma en un hotel de cientos de miles de estrellas. La humilde cena después de la caminata es una delicia gastronómica. Los porteadores y los guías que se ganan la vida haciendo este trayecto varias veces el mes han pasado a convertirse en la reencarnación de Hércules.
Día 2, 22 km. El esfuerzo físico más duro.
Este segundo día quedará grabado para siempre en la memoria de todos los que se atreven con este camino por los 7 km de exigente subida que culminan en el Salkantay Pass, a 4.650 m de altura sobre el nivel del mar.Aunque todo esto el día anterior no lo sabías. Cada noche te vas a dormir sin conocer los detalles de la ruta del día siguiente. En un viaje que exige tanto fisícamente, la cabeza juega muy malas pasadas y la noche es el momento ideal para que afloren todos los fantasmas. Los guías lo tienen claro: “todo a su debido tiempo”. A la mañana siguiente dan la información de la ruta más una buena dosis de entrenamiento psicológico: “Olvídense de a lo que se dedican el resto del año. Hoy son solo una cosa: montañeros, y van a caminar por estas montañas. Busquen el ritmo con el que se sientan cómodos y manténganse ahí con constancia. La mejor forma de hacerse a la altura es caminar sin prisa pero sin pausa”.Hasta el Salkantay Pass, desde donde visualizar el pico Salkantay, el paisaje es de alta montaña. Unos kilómetros después empiezan la vegetación más selvática, las bajadas y, con ellas, el trabajo de rodillas.
Día 3: 16 km. El camino nunca termina en la cima.
Hay quien teme más a las bajadas que a la subidas, pero después de tres días el cuerpo ya está hecho a la rutina. Desayunar, conocer los detalles de la ruta del día, el tipo de paisajes, algo de historia… y empezar a caminar. Un paso detrás del otro. Muchos momentos de silencio. Ratos en los que afloran recuerdos y muchos otros en los que no se piensa en nada. Solo en caminar. Y es entonces cuando empieza el verdadero disfrute del camino: la peregrinación. Esa costumbre que se repite cientos de veces en la historia en culturas y religiones que nada tienen que ver unas con otras. Culturas que no han convivido en el tiempo ni en el espacio y que, sin embargo, caminan. Además de todo eso y para recuperar fuerzas, toca volar en tirolina de un lado a otro del valle y un baño en aguas termales. No todo iban a ser “malas noticias”.
Día 4: 16 km. Ya queda menos.
¿Qué son 7 horas más de travesía cuando has sido capaz de subir caminando por encima de los 4.600 m? Caminando junto a las vías del tren ya hay momentos en los que puede verse Machu Picchu. No tiene pérdida. Ya estás cerca. El paisaje te sobrecoge de nuevo y la emoción de la entrada a Aguas Calientes, aún más. El objetivo era ver Machu Picchu, pero por esto ya ha valido la pena venir.
Día 5: la visita a Machu Picchu. El último madrugón.
El último día se juntan la euforia y el subidón por haber alcanzado el objetivo con el inicio del cansancio. Seguro que si hubieras tenido que seguir una semana más lo habrías hecho, pero esto termina. Tu cabeza lo sabe y empieza a enviar la señal del “ya no puedo más”. Te asomas al templo del Sol, buscas un trozo del camino Inca y miras por encima de las nubes uno de los restos más emblemáticos de la increíble civilización inca… estás en Machu Picchu. El final de la travesía.Durante una aventura como esta puede haber momentos en que pienses que cada nuevo paso sería el último, que los pies te arden, que el corazón va a explotar… Resuenan las palabras “¿qué hago aquí?”. Pero decides seguir caminando. Y días después, descubres el motivo. ¡Qué bien sabe el poder decirte una vez más: “lo hice”![caption id="attachment_31917" align="aligncenter" width="800"]
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